Una vez más voy a desilusionar a los lectores de este blog. Y es que en Madrid ya quedan muy pocos taquilleros en las estaciones de metro... Hace unos años, al entrar por cualquiera de las bocas del metro en cualquiera de las estaciones, encontrarse a un señor o a una señora detrás de una ventanita empotrada en la pared: era el taquillero, aunque más de una vez -cuando era pequeñito pensaba que eso no era una personita sino el pajarito de un cucú, luego creces y te das cuenta de que no-.
La misión de esta personita era es la de venderte el billete y ayudarte en caso de necesidad mientras permaneces en el vestíbulo, pasillos y andenes de cada estación.
Bueno eso es la teoría, la práctica actual es que este personal está siendo sustituido por unas estupendas máquinas que parecen tragaperras: metes unas monedas, pulsas la pantalla en una mini tele y te devuelve un papelito de colores blanco, negro y rosa que te vale como ticket y seguro de viaje.
Pero el objetivo de esta entrada es analizar los especímenes que habitan en sus taquillas y pasillos.
La misión de esta personita era es la de venderte el billete y ayudarte en caso de necesidad mientras permaneces en el vestíbulo, pasillos y andenes de cada estación.
Bueno eso es la teoría, la práctica actual es que este personal está siendo sustituido por unas estupendas máquinas que parecen tragaperras: metes unas monedas, pulsas la pantalla en una mini tele y te devuelve un papelito de colores blanco, negro y rosa que te vale como ticket y seguro de viaje.
Pero el objetivo de esta entrada es analizar los especímenes que habitan en sus taquillas y pasillos.
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